En un mundo plagado de violencia en el que absurdamente se busca acabar con ella con más violencia, el azúcar es el principal sospechoso de los detectives serios pero parece que las autoridades sanitarias no están dispuestas a emitir tan amarga condena para la corrupta industria alimentaria.
Los desequilibrios nutricionales, en especial el consumo excesivo de azúcar, son causales inmediatos de conductas antisociales tales como la violencia; así mismo, se pretende avanzar en la demostración del vínculo entre determinados hábitos y trastornos de la salud como la depresión o, incluso, el suicidio.
Partimos de la premisa, incuestionable a esta altura, que la alimentación de un individuo o una sociedad, es el principal factor para predecir los índices de violencia de ese individuo o una sociedad. Así lo afirma Bernard Gesch (Fisiólogo de la Universidad de Oxford y Director de la asociación de investigación comportamental Natural Justice) de manera precisa:
"El hecho de tener una mala dieta representa ahora un mejor indicio para predecir futuros actos de violencia, comparado con el hecho de haber podido tener comportamientos violentos en el pasado. En realidad, al vaticinar un eventual comportamiento delincuente basándose en un pasado de delincuencia, cabe, en las estadísticas, una posibilidad casi aleatoria de que sea correcta tal predicción. De igual manera, un diagnóstico de psicopatía, que en general está percibido como ser un mejor indicio que un pasado de delincuencia, aún se queda kilómetros atrás de lo que se puede vaticinar sólo por mirar lo que come una persona."
En un estudio nutricional, citado por Pat Thomas en "La comida basura aumenta la violencia social", se ha observado que al adoptar una dieta pobre en azúcar, se dio una reducción del 44% en los comportamientos antisociales entre más de mil delincuentes menores de edad. Este es un dato impresionante que sencillamente las autoridades sanitarias pretenden ignorar debido a que no saben jugar otro juego económico que no sea el que el mercado impone con mano de hierro donde los dividendos hay que obtenerlos aun al precio de crear una sociedad de zombies. ¿O realmente es eso lo que se busca?
En un informe titulado "Chuches, dulce veneno", Diego Rivera afirma lo siguiente:
“Las golosinas o chucherías que consumen casi a diario los niños, y los no tan niños, son un amasijo de aditivos, saborizantes, colorantes y espesantes que atentan contra la salud y ponen en peligro el correcto desarrollo físico y emocional.”
“Pese a que todos sabemos que el excesivo consumo de dulces causa serios problemas a nuestro organismo, la gran mayoría de personas hace caso omiso de ello y continúa consumiéndolos y motivando a los más pequeños a que hagan lo mismo. Es un tema preocupante si consideramos que, al viejo problema del azúcar, se le añade en la actualidad un problema mucho más grave: las "golosinas" contienen más de 17 tipos de colorantes sintéticos y aceites hidrogenados que las hacen elásticas y, aún así comestibles.”
“Algunos de los colorantes identificados en las golosinas que se venden en los mercados convencionales son el E-102 (que dan color amarillo-naranja), E-110 (naranja), E-122 (rojo) y E-129 (rojo oscuro), causante de alergia y procesos asmáticos de origen alergénico. Otros colorantes sintéticos, altamente peligrosos, son el E-133 (azul brillante) que se ha demostrado residual y se acumula en riñones y vasos linfáticos, y el E-131 (azul), que produce urticaria en algunos niños.”
“Entre las golosinas y la pastelería industrial, los niños reciben en su dieta diaria elevados índices de azúcar refinada que inciden en el grado de hiperactividad y agresividad de los menores, sometidos además a una vida cada vez más sedentaria, que no requiere la ingesta de alimentos altamente energéticos. Es así como cada vez son más frecuentes los casos de hipoglucemia (relacionada con el cansancio, decaimiento y melancolía) y la hiperglucemia (vinculada a menudo a un nivel de hiperactividad muy fuerte). Sin ignorar también los problemas de caries dentales y la obesidad; esto último, acelerado con la ingesta de comida basura, típica de los tiempos actuales.”
Vivimos en un mundo en el cual es tan fácil elegir entre un vaso de gaseosa o un vaso de agua, pero con frecuencia no analizamos las consecuencias de esa decisión. Un trabajo reciente revela que las personas que beben gaseosas con regularidad tienen mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares debido a que favorece el llamado síndrome metabólico (Síndrome X), condición que predispone a patologías como la diabetes o las citadas condiciones cardiacas.
El estudio, publicado en la revista Circulation de la American Heart Association fue realizado por el Dr. Ramachandran Vasan -profesor de la facultad de medicina de la Universidad de Boston- y sus colegas, en el cual evaluaron cerca de 3.500 personas participantes en el Framingham Offspring Study iniciado en 1971 y que fuera la continuación del famoso Framingham Heart Study, lanzado en 1948.
La investigación reveló que aquellos que bebían una o más gaseosas al día tenían una incidencia mayor del síndrome metabólico; para ser diagnosticado de esta condición deben reunirse tres de los siguientes síntomas: hipertensión, triglicéridos elevados, bajos niveles de colesterol HDL (que protege las arterias), altos niveles de glucosa en ayunas y circunferencia excesiva de la cintura.
Pablito Martín. Chef – Periodista.
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