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domingo, 23 de noviembre de 2014

Pollos Industriales. ¿Sabemos lo que comemos?

SOLEDAD BARRUTI – AUTORA DEL LIBRO “MAL COMIDOS” 


Soledad disertó en la conferencia de Mitos y Realidades sobre los alimentos que consumimos” que se dio en el auditorio de la UNNOBA el 13 de Noviembre pasado.



Soledad Barruti, ha venido investigando largamente el tema y compilando información para el armado de su libro.

Después de haber visitado decenas de galpones de pollos y pasado 1 semana entera entre gallineros, no se considera idónea en el tema pero sí se siente convencida de que estamos generando comida peor en un mundo peor.

Ha escuchado y entrevistado desde grandes a pequeños productores, a campesinos, como a indígenas en distintos ámbitos sobre el tema, y considera que ha compilado diferentes puntos de vista en el tema.

Como observación en la contratapa de su libro, ella pregunta: ¿Por qué los criadores de pollos no comen pollo?

Los que trabajan con estos pollos, la base de la pirámide de esta industria, acusaron al pollo de muchas cosas, desde las entrevistas a las charlas informales.

Dijeron que les podía hacer crecer los pechos, que los podía volver homosexuales, que podía engordar a sus mujeres y enfermar a sus hijos. O sencillamente lo que ocurría en sus galpones les resultaba sospechoso. Hablaban de animales que morían todos los días. De otros que andaban siempre semienfermos tambaleándose como fantasmas. Que olían como el demonio cuando estaban vivos pero cuando estaban muertos y eran carne no tenían gusto a nada.

Uno tras otro explicaban que no comían en esos pollos. (Los criados en sus tierras y alimentados x sus manos) Le preguntaban a ella, -nos cuenta- Si realmente sabía lo que contenían las bolsas de alimentos, para que servía lo que le ponían al agua, además que para engordar, por qué tantos medicamentos. Todos estaban seguros de que sus pollos tenían hormonas, por ende criaban los suyos aparte. Alimentándolos a la vieja usanza, como sabían, y al menos tenían los sabores ya conocidos.

Soledad investigó en libros y se entrevistó con veterinarios y especialistas en el tema.

Con esa compilación escribió su libro. Pero no comenzó hasta lograr comprender un poco cómo funcionaba este sistema hiperproductivo y económicamente conveniente, que desplazaría inclusive a otras carnes.

Descubrió que hay muchos mitos. Que detrás del crecimiento milagroso de los pollos concentrados en la pechuga hay todo un misterio. Como cambió la alimentación de los animales criados en forma intensiva. Entendió que las hormonas no son convenientes ni necesarias para el engorde de estos pollos, que en argentina no hay estudios realizados; pero al menos en Estados Unidos hay estudios hechos sobre pollos donde se detectaron hormonas aplicadas no para el engorde, sino para manejar y la reducir la ansiedad.



El uso de fármacos

Los remedios son insumos que se aplican y no en todos los casos son debidamente controlados. Todos saben para qué son esos fármacos, para contener las conductas instintivas de los animales criados bajo esas condiciones de hacinamiento. Para prevenir la proliferación de enfermedades, para la absorción de nutrientes y para conversión de alimento en gramos. Estos logran que los animales estén más tiempo despiertos, que coman todo el tiempo sin gastar calorías innecesarias. Son animales que tienen vidas miserables para convertirse en carne.

Las enfermedades también se previenen con ambientes lo más estériles posibles, evitando la proliferación de agentes contaminantes. Para eso es la utilización de agroquímicos y antibióticos.

Hay establecimientos más rudimentarios y los hay más modernos. Así como hay diferentes calidades de pollos industriales.

Sin embargo desde su punto de vista todos generan los mismos problemas y amenazas, aun para quienes no comen esos pollos.

Soledad destacó algunos de los problemas comunes entre los diferentes establecimientos que visitó y los estudios realizados mientras compilaba la información para su libro.

1. La pérdida de diversidad de soberanía alimentaria que deviene de concentrar el negocio en tantas líneas genéticas, y ninguna nacional. Esto le resultó muy complejo pero muy revelador y contó cuando durante la dictadura militar en 1976 irrumpieron en el INTA y asesinaron 3000 gallinas de una línea genética que se estaba desarrollando a nivel nacional. Luego se abrieron las puertas a las multinacionales y es eso lo que hoy comemos.



2. La desaparición de las familias criadoras del campo, producto de la tecnología. Los recursos y lugares que habitaban. La tecnología – nos dijo - es para grandes emprendimientos no para empresas familiares. Lo que los deja afuera del sistema y deben emigrar a las ciudades, donde se producen los hacinamientos, puesto que este tipo de macro-emprendimientos no necesita de agricultores ni mucha mano de obra. y eso se ve reflejado en lo que termina en planes sociales, o sumarse a otro tipo de trabajos para lo que en muchas ocasiones no están preparados.




3. La degradación de los suelos y la perdida de fertilidad que implica el haber retirado estos animales del campo que es donde históricamente vivieron, para hacinarlos en establecimientos donde sus deposiciones lejos de ser beneficiosas se vuelven toneladas de cargas toxicas, que contaminan el aire, las napas de agua y queman los suelos. En muchos casos se pretende reutilizar estas deposiciones en forma de abonos, lo que devuelve al sistema alimentario muchos medicamentos y tóxicos que terminan acumulándose.



Soledad Recalca: “Hoy todo lo que toca la industria está erosionado”. Comemos diferentes productos, crecidos de formas aceleradas y poco naturales. Nadie puede decir que es igual un pollo criado a maíz y restos de huerta en el campo, que camina y toma aire a un animal que crece hacinado, sin movimiento, lleno de medicamentos y comiendo todo el tiempo para engordar en un tiempo record. En esa guerra de relato entre los cuales vivimos lo que queremos comer. Los cocineros eligen carnes que no son industriales porque saben mejor.

La pregunta es:

- ¿La industria cambio nuestra forma d comer?

- Tal vez esa sea una pregunta sin respuesta.

Super-producimos superproteinas y poca diversidad. Comemos menos variedades de alimentos. Tenemos un mapa productivo que produce superalimentas que a su vez éstos producen más enfermedades como: Diabetes tipo II, obesidad, problemas cardiovasculares, entre otros. Es un sistema que mata más que el cigarrillo.

Este sistema produce alimentos para 12.000 millones de personas. A nivel mundial somos 7000 millones y alrededor de 1000 millones se mueren de hambre todos los días en el mundo. El hambre tiene que ver con la tiranía económica. Este sistema aleja las personas del campo y les quita la posibilidad de acceder a los alimentos. Este sistema de producir alimentos tira un tercio de lo que produce. Lo que es muchísimo. Cuando se mueren entre 6 y 8 chicos por día en argentina.

Este sistema se puede decir que es un sistema criminal. -Nos dice Soledad después de toda su investigación-

Pregunta:

- ¿Se puede producir la misma cantidad de otra forma?

- La respuesta es no.

Está comprobado que el 80% de los antibióticos que se venden en el mundo son utilizados para la cría de animales. Esto trae un daño irreversible que es la proliferación de bacterias para las que no hay cura. O sea estamos alimentando animales con remedios que después podrían curar las enfermedades de las personas. En lugar de eso estamos entrenando bacterias para que puedan sobrevivir.

Eso es un problema de salud mundial alertado por la OMS y establecido mediante estadísticas completas. Por esto hay aumentos de la celiaquía, el autismo, una serie de nuevas alegrías que están creciendo exponencialmente. En líneas generales en nuestro país, y en el mundo.

Deberíamos preguntarnos:

- ¿Vivimos como comemos?, ¿Cómo producimos los alimentos que van al consumo de la gente?

- Por un lado están las personas que no saben, y comen.

- Por otro, los que saben y no comen

- Y en 3° lugar los que tratan de saber que ponen en su mesa y deciden que comer

Hacerse preguntas, en éstos casos garantiza la vida de las generaciones futuras.





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